Esta magna reflexión que he escuchado en el pueblo hondureño refleja el nivel de "huevonería" que nos caracteriza: "mañana saco la chamba", "mañana completo la cuota", "mañana tapo la gotera", "mañana le doy el palo", "mañana baño al chucho", "mañana arreglo esta porquería de carro", "mañana le digo su par de cosas a esta vieja", "mañana me lustro los zapatos", "mañana me compro otros calcetines", "mañana me pongo la pomada", "mañana me tomo la pastilla", "mañana sigo el tratamiento".
Bien dice el cuento que la zopilota le preguntaba al zopilote de vez en cuando "¿cuándo hacemos el nido mi amor?", y el zopilote en un gran arranque de hueva le decía "mañana". Salía a chambear el zopilote y entradita la tarde se iban todos juntos allá por aquellos árboles tamaña riata del mercado San Isidro, "¿seguro que mañana cariño?", "si, mi amor", y ya entrada la noche les caía un cachimbazal de agua a toda la zopilotada, incluyendo los tiernos y adorables "zopilotíos", y maleado el zope decía "que basuka... mañana hago mi casa".
Pero llegada la mañana, el tierno sol secaba y recalentaba su hermoso plumaje y sus majestuosas alas, las cuales extendía como muestra de su realeza. "Que brutal me siento. Estuvo yuca la mojada de ayer, se mojaron todos estos pajuiles.... tengo que hacer algo. Pero púchica, antes tengo que ir a buscar que comer por ahí, el agua no mata, pero el hambre si...".
Y con esta retórica, el zopilote se la pasaba volando todo el día buscando que zamparse en su bacteriano estómago, revisando los animales atropellados por todos lados: en el anillo periférico, la carretera al norte, al sur, a Olancho y Danlí, en el basurero municipal, hasta encontrar un buen bocado que compartiría con toda su comunidad. Eso si, el zopilote no era mezquino, alargatado si, pero mezquino no. Pasada el hambre se iba a dar una vuelta por el monumento a la madre, el que extraña David Suazo, por el Parque La Concordía, por el centro, por el Estadio Nacional, por todos lados, y de lo alto que andaba y la asoleada tan brutal que le pegó, no recordó nada de sus problemas diarios.
Terminada la faena del día, y bien pijiado y asoleado el zopilote, sin mucho ánimo para nada más que llegar a la casa y ver Los Simpson y olvidarse de todos sus problemas, se encontró nuevamente con su amada zopilota que le volvió a preguntar muy cariñosamente: "¿y nuestro nidito mi amor? ¿cuándo?", "Uff" dijo el zopilote, "será mañana".
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